viernes, 17 de enero de 2014

EL GRAN CAMBIO


 Mi primaria, no es un grato recuerdo que yo tenga de la escuela sino todo lo contrario. Ahí yo no viví feliz, ahí fue un lugar oscuro donde yo tuve que pasar tristemente seis años, fue con esa nostalgia melancolía, de no conocer lo que es ese ser mágico llamado profesora, que llegue a la escuela secundaria. Mercedes Indacochea, esa sería la escuela donde yo debería estar los siguientes 5 años. Y así fue.
Por la época de mi adolescencia yo era una chica tímida, introvertida, incapaz tan siquiera de pararme al frente del salón de clases y decir: Hola compañeras, ¿cómo están? Mi timidez y mi pánico escénico eran tanto, pero tanto que llegaba al extremo de temblarme las piernas, sudarme las manos y tener un tono de voz que ni siquiera yo misma a veces me escuchaba, tenía tanto miedo de pararme al frente y hablar, quizá por eso por aquel entonces no tenía más que dos amigas con las cuales yo a veces conversaba, la mayor parte la pasaba sola paseando por algún pabellón de mi escuela y como era tan pequeña podía ir a primaria y nadie decía nada. Así fue que para mí la secundaria ya no era tanto suplicio como primaria, pero tampoco me sentía en mi lugar.
Cada clase para mí era un suplicio cuando los profesores mencionaban trabajo grupal y más aun si decían exposición y peor aun si decían todas exponen, hay pobre de mí pensaba y sin tan siquiera empezar con el trabajo ya mis manos sudaban con tan solo la idea de pensar que tendría que exponer, así fuera dos líneas por leer yo sentía que no podía hacer nada. Era tan grande el pánico que una vez simplemente me quede al frente y sin palabras y no era por no saber sino que en ese momento al ver a mis 35 compañeras y yo parada al frente se me fue la voz y no pude hablar sino hasta llegar a casa y ni aun así no hable solo me eche a llorar.
Pero en mi vida escolar ocurriría un hecho que marcaría mi vida y que de alguna manera me marco para ser quien soy ahora y para que ustedes lean esta breve historia.
Siguiendo con mi relato, ya les conté un poco de cómo era yo en la secundaria. Pero por qué tenía ese pánico a una exposición, acaso los profesores me gritaban o me ponían en ridículo o hacían algo para hacerme sentir mal. Muy por el contrario debo decir que nada de eso fue así, mis profesores al ver mi pánico algunos decían: Eliana, es tu nota; otros tienes que salir todas van a salir y otras solo se limitaban a decir toma asiento tal vez la próxima. Y cada vez yo me sentía peor por ser incapaz de estar al frente y decir unas cuantas palabras.
Mis profesores no eran como las brujas que yo conocí en primaria, eran hasta puedo decir amables, pero a pesar de ello yo no me atrevía a crecer, es más recuerdo mucho a mis profesores como el de matemática, Magno Montañez Montero, que si bien es cierto nunca aprendí; él profesor no era una mala persona, me hacía reír porque decía: listas a sufrir; también estaba la profesora Sara Calderón; ella siempre era dulce y amable, pero a las que más recuerdo con mucha estima es a las profesoras de Lenguaje y Literatura: Brenda, Violeta, Miriam, no solo eran buenas profesoras en su materia sino también profesoras muy bonitas, yo recuerdo que las admiraba mucho porque podían estar al frente de una clase y hacer que todas entendiéramos y eran tan amables con cada una de nosotras, pero a pesar de todo ello con ninguna jamás pude pararme a hacer una exposición. Saben también hay una maestra de Lenguaje y Literatura que recuerdo con mucho cariño, tal vez un poco más de cariño que a las otras y es curioso, pero ninguna de mis compañeras la recuerda como la recuerdo yo.
La maestra que recuerdo con cariño es María Luisa Borges. Recuerdo que el primer día de clases que ella entro todas nos quedamos calladas, observándola, pensando quien era esa señora que vestía de una manera extraña, tal vez muy colorida para la vista de las estudiantes de aquella época, su cabello era corto y su maquillaje un poco exagerado decían mis compañeras. Ese primer día mis compañeras trataron de hacer desesperar a la profesora y con ello hacer que deje el cargo que había asumido con nosotros, es que no solo sería nuestra profesora de Lenguaje y Literatura sino también y para tristeza de ellas nuestra tutora. Ese día hablaron, hicieron bulla, no atendían la clase y demás cosas que hacen un grupo de muchachas que pretenden retar al docente, creyendo que este es su enemigo, pero vaya qué la gracia les duro poco cuando la profesora María Luisa dijo: Muy bien señoritas, ya explique el tema armen sus equipos y presenten el trabajo el día de hoy porque será evaluado. Mis compañeras se pusieron verdes del susto, pues por su gracia no habían entendido nada. Realmente la clase fue buena, a mí me gusto y aprendí el tema que hasta el día de hoy recuerdo fue: el uso de la tilde diacrítica. Al final la profesora recogió los trabajos y puso la nota respectiva a pesar de las suplicas de la alumnas que no les ponga esa nota que les dé una oportunidad, la profesora dijo que tendrían más trabajos y con ellos podrían subir sus calificaciones, así mis compañeras aprendieron a respetar a la profesora y que en su clase sí se trabajaba. La profesora tenía algo especial, no era como las otras docentes de Lengua y Literatura, era tal vez un poco estricta, pero apasionada a la hora de enseñar, tal vez no siempre se le vería con una sonrisa o no sería la miss miel como eran las demás, pero había algo dentro de ella que a mí me cautivaba, tal vez su pasión y dedicación a la carrera o tal vez porque en el fondo sentía que la profesora en el aula se sentía un tanto sola como yo.
Llego el día en que la profesora nos mandó a hacer grupos y con ello vendría una exposición, sí así como lo oyen y qué haría yo. Recuerdo que el tema era el Clasicismo, era la primera vez que yo tendría un acercamiento formal a lo que es literatura. Esta vez también tenía pánico, pero me había decidido a vencerlo y a demostrarme a mí misma que sí podía hacer una exposición, además no quería quedar mal con la profesora María Luisa, pensé qué dirá ella si yo no exponía bien, me preocupaba el concepto que la profesora pudiera percibir de mí, es que yo la admiraba mucho y eso me motivo a buscar libros e información fue así que al hacer en grupo el tema a mí me toco las características del tema. Llego el día de la exposición y mi grupo fue el primero en salir, nuevamente sentí pánico, las manos sudosas y las piernas temblorosas, hasta que me dieron el pase, respire y empecé a hablar y hablar y hablar, y lo última palabra que dije fue: Gracias. Todo el salón se quedó mudo, nadie hablaba y de pronto el salón estallo en un fuerte aplauso, yo no podía creerlo estaban aplaudiendo al equipo y en ese equipo estaba yo, pero lo mejor vino después, la profesora nos pidió acercarnos a su escritorio y con ello nos dio la nota de nuestra exposición había 15, 17, 18, 17 y un 19 y quien creen que saco el 19 ni más ni menos que yo, fue ahí cuando mi vida dio un giro de 360ª yo no podía creer mi primer 19 y en una exposición, la profesora me miro y me dijo sigue avanzando, no dejes que nada te detenga, esas palabras marcaron mi vida y fue así que de la jovencita callada, tímida y que no era capaz de tan siquiera de decir una palabra pase a ser la jovencita más participativa y la primera en cuánta exposición hubiera. Mis calificaciones mejoraron totalmente en exposición y de ser una de las alumnas promedio que siempre estaba viendo en que grupo trabajar pase a ser coordinadora de un grupo, yo tenía miedo de asumir esa responsabilidad, pero la profesora María Luisa me brindo seguridad, confianza, cariño y a veces compartíamos nuestros propios escritos, así formamos una bonita amistad de profesora –alumna, siempre le guarde cariño y admiración y aun lo sigo haciendo.
Finalmente termino la escuela secundaría y el último día de mi graduación cuando me encontraba sola la vi, nos saludamos y me dijo llegarás lejos. La última vez que la vi fue ese día y me volvió a decir sigue avanzando, no dejes que nada te detenga. Y eso hice y eso sigo haciendo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario