Mi primaria, no es un grato recuerdo que yo tenga de la escuela sino
todo lo contrario. Ahí yo no viví feliz, ahí fue un lugar oscuro
donde yo tuve que pasar tristemente seis años, fue con esa nostalgia melancolía, de no conocer lo que es ese ser mágico llamado
profesora, que llegue a la escuela secundaria. Mercedes Indacochea,
esa sería la escuela donde yo debería estar los siguientes 5 años.
Y así fue.
Por
la época de mi adolescencia yo era una chica tímida, introvertida,
incapaz tan siquiera de pararme al frente del salón de clases y
decir: Hola compañeras, ¿cómo están? Mi timidez y mi pánico
escénico eran tanto, pero tanto que llegaba al extremo de temblarme
las piernas, sudarme las manos y tener un tono de voz que ni siquiera
yo misma a veces me escuchaba, tenía tanto miedo de pararme al
frente y hablar, quizá por eso por aquel entonces no tenía más que
dos amigas con las cuales yo a veces conversaba, la mayor parte la
pasaba sola paseando por algún pabellón de mi escuela y como era
tan pequeña podía ir a primaria y nadie decía nada. Así fue que
para mí la secundaria ya no era tanto suplicio como primaria, pero
tampoco me sentía en mi lugar.
Cada
clase para mí era un suplicio cuando los profesores mencionaban
trabajo grupal y más aun si decían exposición y peor aun si decían
todas exponen, hay pobre de mí pensaba y sin tan siquiera empezar
con el trabajo ya mis manos sudaban con tan solo la idea de pensar
que tendría que exponer, así fuera dos líneas por leer yo sentía
que no podía hacer nada. Era tan grande el pánico que una vez
simplemente me quede al frente y sin palabras y no era por no saber
sino que en ese momento al ver a mis 35 compañeras y yo parada al
frente se me fue la voz y no pude hablar sino hasta llegar a casa y
ni aun así no hable solo me eche a llorar.
Pero
en mi vida escolar ocurriría un hecho que marcaría mi vida y que
de alguna manera me marco para ser quien soy ahora y para que
ustedes lean esta breve historia.
Siguiendo
con mi relato, ya les conté un poco de cómo era yo en la
secundaria. Pero por qué tenía ese pánico a una exposición, acaso
los profesores me gritaban o me ponían en ridículo o hacían algo
para hacerme sentir mal. Muy por el contrario debo decir que nada de
eso fue así, mis profesores al ver mi pánico algunos decían:
Eliana, es tu nota; otros tienes que salir todas van a salir y otras
solo se limitaban a decir toma asiento tal vez la próxima. Y cada
vez yo me sentía peor por ser incapaz de estar al frente y decir
unas cuantas palabras.
Mis
profesores no eran como las brujas que yo conocí en primaria, eran
hasta puedo decir amables, pero a pesar de ello yo no me atrevía a
crecer, es más recuerdo mucho a mis profesores como el de
matemática, Magno Montañez Montero, que si bien es cierto nunca
aprendí; él profesor no era una mala persona, me hacía reír
porque decía: listas a sufrir; también estaba la profesora Sara
Calderón; ella siempre era dulce y amable, pero a las que más
recuerdo con mucha estima es a las profesoras de Lenguaje y
Literatura: Brenda, Violeta, Miriam, no solo eran buenas profesoras
en su materia sino también profesoras muy bonitas, yo recuerdo que
las admiraba mucho porque podían estar al frente de una clase y
hacer que todas entendiéramos y eran tan amables con cada una de
nosotras, pero a pesar de todo ello con ninguna jamás pude pararme a
hacer una exposición. Saben también hay una maestra de Lenguaje y
Literatura que recuerdo con mucho cariño, tal vez un poco más de
cariño que a las otras y es curioso, pero ninguna de mis compañeras
la recuerda como la recuerdo yo.
La
maestra que recuerdo con cariño es María Luisa Borges. Recuerdo que
el primer día de clases que ella entro todas nos quedamos calladas,
observándola, pensando quien era esa señora que vestía de una
manera extraña, tal vez muy colorida para la vista de las
estudiantes de aquella época, su cabello era corto y su maquillaje
un poco exagerado decían mis compañeras. Ese primer día mis
compañeras trataron de hacer desesperar a la profesora y con ello
hacer que deje el cargo que había asumido con nosotros, es que no
solo sería nuestra profesora de Lenguaje y Literatura sino también
y para tristeza de ellas nuestra tutora. Ese día hablaron, hicieron
bulla, no atendían la clase y demás cosas que hacen un grupo de
muchachas que pretenden retar al docente, creyendo que este es su
enemigo, pero vaya qué la gracia les duro poco cuando la profesora María Luisa dijo: Muy bien señoritas, ya explique el tema armen sus
equipos y presenten el trabajo el día de hoy porque será evaluado.
Mis compañeras se pusieron verdes del susto, pues por su gracia no
habían entendido nada. Realmente la clase fue buena, a mí me gusto
y aprendí el tema que hasta el día de hoy recuerdo fue: el uso de
la tilde diacrítica. Al final la profesora recogió los trabajos y
puso la nota respectiva a pesar de las suplicas de la alumnas que no
les ponga esa nota que les dé una oportunidad, la profesora dijo que
tendrían más trabajos y con ellos podrían subir sus
calificaciones, así mis compañeras aprendieron a respetar a la
profesora y que en su clase sí se trabajaba. La profesora tenía
algo especial, no era como las otras docentes de Lengua y Literatura,
era tal vez un poco estricta, pero apasionada a la hora de enseñar,
tal vez no siempre se le vería con una sonrisa o no sería la miss
miel como eran las demás, pero había algo dentro de ella que a mí
me cautivaba, tal vez su pasión y dedicación a la carrera o tal vez
porque en el fondo sentía que la profesora en el aula se sentía un
tanto sola como yo.
Llego
el día en que la profesora nos mandó a hacer grupos y con ello
vendría una exposición, sí así como lo oyen y qué haría yo.
Recuerdo que el tema era el Clasicismo, era la primera vez que yo
tendría un acercamiento formal a lo que es literatura. Esta vez
también tenía pánico, pero me había decidido a vencerlo y a
demostrarme a mí misma que sí podía hacer una exposición, además
no quería quedar mal con la profesora María Luisa, pensé qué dirá
ella si yo no exponía bien, me preocupaba el concepto que la
profesora pudiera percibir de mí, es que yo la admiraba mucho y eso
me motivo a buscar libros e información fue así que al hacer en
grupo el tema a mí me toco las características del tema. Llego el
día de la exposición y mi grupo fue el primero en salir, nuevamente
sentí pánico, las manos sudosas y las piernas temblorosas, hasta
que me dieron el pase, respire y empecé a hablar y hablar y hablar,
y lo última palabra que dije fue: Gracias. Todo el salón se quedó
mudo, nadie hablaba y de pronto el salón estallo en un fuerte
aplauso, yo no podía creerlo estaban aplaudiendo al equipo y en ese
equipo estaba yo, pero lo mejor vino después, la profesora nos pidió
acercarnos a su escritorio y con ello nos dio la nota de nuestra
exposición había 15, 17, 18, 17 y un 19 y quien creen que saco el
19 ni más ni menos que yo, fue ahí cuando mi vida dio un giro de
360ª yo no podía creer mi primer 19 y en una exposición, la
profesora me miro y me dijo sigue avanzando, no dejes que nada te
detenga, esas palabras marcaron mi vida y fue así que de la
jovencita callada, tímida y que no era capaz de tan siquiera de
decir una palabra pase a ser la jovencita más participativa y la
primera en cuánta exposición hubiera. Mis calificaciones mejoraron
totalmente en exposición y de ser una de las alumnas promedio que
siempre estaba viendo en que grupo trabajar pase a ser coordinadora
de un grupo, yo tenía miedo de asumir esa responsabilidad, pero la
profesora María Luisa me brindo seguridad, confianza, cariño y a
veces compartíamos nuestros propios escritos, así formamos una
bonita amistad de profesora –alumna, siempre le guarde cariño y
admiración y aun lo sigo haciendo.
Finalmente
termino la escuela secundaría y el último día de mi graduación cuando me encontraba sola la vi, nos saludamos y me dijo llegarás lejos. La última vez que la vi fue
ese día y me volvió a decir sigue avanzando, no dejes que nada te
detenga. Y eso hice y eso sigo haciendo.
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