De
niña te despiertas, te lavas la cara e inmediatamente debes ayudar con los
quehaceres del hogar, tener el desayuno listo y atender a los “reyes del hogar”
porque ese es el lugar que les dan.
“Ellos”
tan tranquilos y sin preocupaciones, cualquier cosa que pidan por obra y arte
de magia o sin ella se tiene que dar.
Así
es como nos han enseñado que es la vida.
Creces,
te cuestionas, mil cosas pasar por tu mente, pero callas esa voz que va
quemando tu ser.
Un
día estas tan cansada de lo mismo y replicas ¿Por qué ellos no lo hacen?
Te
observo llorando por la cachetada recibida “ella” no solo ha lastimado tu
mejilla sino también tu alma.
“Ella”
justifica todo diciendo que te esta preparando para la vida, que desde chicas
debemos aprender cual es nuestro lugar.
Aquel
lugar que tuvo tu tatarabuela, tu bisabuela, tu abuela, tu madre y que ahora ocupas
tú.
Día
con día, semana tras semana, así transcurren años mientras te vas apagando.
Estas
cansada de está situación, ves tu reflejo en el espejo y te preguntas cómo
terminará está historia.
Vuelves
a mirar, rompes en llanto porque ya no eres la niña de quien abusaban.
Lloras
porque has decidido emprender un viaje inesperado, recoges los pedazos de alma
que te quedan, tomas todas tus fuerzas y te enrumbas a ello que algunos llaman
vida.
En
el camino dejas fantasmas del pasado y te encuentras con otros nuevos que son
idénticos a los que ya conoces así que decides dar un paso al costado, la
historia no se puede volver a repetir jamás te lo repites una y otra vez hasta
que realmente lo llegas a creer.
Te
estás cuidando, te estás amando.
Ha
pasado algún tiempo desde que supe de ti, pero hoy te encuentro y te veo tan
bonita, tan segura y sobre todo tan decidida.
Has
recuperado tu valor, sabes que puedes brillar y que nada ni nadie te detendrá.
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